Imagine una ciudad que parece salida del lienzo de un pintor visionario: cada edificio pintado de colores armoniosos, como si el sol del Caribe se hubiera fundido con un arco iris. Así es Willemstad, capital de Curaçao, joya de las Antillas Neerlandesas. Además de por sus playas y aguas cristalinas, Willemstad es famosa por sus fachadas de colores pastel, cuyo origen es una historia bastante curiosa.
Breve historia de Willemstad
Situada al sur del mar Caribe, frente a las costas de Venezuela, la isla de Curaçao forma parte del Reino de los Países Bajos. Hasta la llegada de los europeos, a finales del siglo XV, estaba habitada por la población indígena de losaruaks, que fueron exterminados por los españoles.
En 1634, Curaçao fue ocupada por los holandeses, que fundaron la ciudad portuaria de Willemstad. Durante más de dos siglos, el puerto se convirtió en un importante centro comercial para el tráfico de esclavos.
Hoy, la economía de la isla se basa principalmente en las refinerías de petróleo y el turismo. Con algo más de 100.000 habitantes, Willemstad es la capital. Su centro histórico, que incluye los distritos de Punda y Otrobanda, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997 por sus edificios históricos y su arquitectura, donde las influencias holandesas y españolas se mezclan con las caribeñas, africanas y sudamericanas.
Lo que atrae cada año a muchos turistas de todo el mundo, además de las maravillas naturales, son las coloridas casas y edificios, que se encuentran por toda la isla, pero especialmente en Willemstad y sus dos barrios históricos.
La historia de los coloridos edificios de Willemstad
La tradición de colorear los edificios de Curaçao se originó hace algo más de dos siglos.
La razón tiene nombre y apellidos: Albert Kikkert, antiguo comandante militar holandés, fue nombrado gobernador de la isla en 1816. Entre las muchas leyes que promulgó, una se refería a los edificios, que en aquella época se pintaban principalmente de blanco.
Al darse cuenta de que muchos de los habitantes de Curaçao sufrían problemas oculares y de visión, Kikkert pensó en resolver el problema eliminando el blanco de las paredes exteriores de las casas, que resultaba cegador bajo el sol caribeño.
En 1817, ordenó que todos los edificios se repintaran en colores pastel, ley que estuvo en vigor hasta principios del siglo XX. Hoy en día, ya no hay obligación, pero por tradición, la gente sigue pintando de muchos colores, aunque ya no sólo pastel.
Una especie de leyenda cuenta que, más que preocuparse por la salud ocular de los habitantes, fue lamigraña que padecía Kikkert lo que le impulsó a mandar colorear las casas. Otra versión, más maliciosa, afirma que el gobernador tenía cierto interés económico en hacerlo. De hecho, ¡habría sido uno de los principales accionistas de la única empresa de la isla que producía pintura!
La paleta de colores de Willemstad
Paseando por las calles de Willemstad, es imposible no fijarse en cómo los colores de los edificios evocan una paleta refinada y nostálgica, similar -en cuanto a los tonos más suaves- a la que propone la línea Vintage Prestige de Rio Verde.
Los amarillos y marrones pastel que destacan en los edificios de los barrios de Punda, o los verdes y azules polvorientos y los rosas antiguos de las casas de Otrobanda se convierten en fuentes de inspiración para fascinantes combinaciones de colores que puede llevar a su propia casa. Las pinturas Vintage Prestige pueden utilizarse en todos los materiales, desde madera a metal, vidrio a plástico, tela y pequeñas porciones de pared. Por cierto, ni siquiera es necesario lijar o decapar, ya que estos productos son muy opacos.